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jueves, 24 de noviembre de 2011

La vida cotidiana en la Alta Edad Media


La vida privada en la Alta Edad Media está caracterizada por el miedo al mundo exterior y en definitiva a la muerte. Es una etapa de angustias y temores ante los todavía recientes ataques bárbaros en los que la violencia ha sido la nota más significativa. Incluso la religión cristiana busca en el sufrimiento el sacrificio que permitirá al creyente alcanzar la vida eterna. Pero también encontramos muestras de amor, especialmente en la familia, ante las continuas amenazas procedentes del mundo exterior. Esa inseguridad, ese miedo a la amenaza, conducirá al feudalismo en los últimos años de esta etapa que vamos a conocer.
La ciudad ha sido casi definitivamente abandonada para instalarse en el campo. La fragilidad de las rutas comerciales, impiden la mayoría de las transacciones y, por lo tanto, es más fácil encontrar alimentos en el campo, produciéndolos ellos mismos con absoluto sacrificio. Y como la preocupación por la defensa está presente, es preferible ceder nuestras tierras a un señor a cambio de protección. Estamos en el germen del régimen señorial que conducirá al feudalismo.

Con respecto a las viviendas las casas altomedievales eran muy simples, por regla general. Su tamaño era reducido y estaban construidas en madera, adobe y piedras, utilizando paja para el techo. Las casas podían tener una cerca alrededor donde se ubicaría el huerto, uno de los espacios más queridos en la época. Allí se cultivaban las hortalizas, las legumbres y las pocas frutas que constituían parte de la alimentación de los campesinos.

En un mundo plagado de violencias como era el altomedieval se impuso obligatoriamente la hospitalidad, tanto en casas como en monasterios. El viajero o peregrino podía refugiarse del cansancio o de los bandidos acogiéndose a la hospitalidad brindada.

En el caso de la vestimenta típica solían utilizar amplios vestidos forrados que se ceñían ligeramente al cuerpo gracias a fíbulas o cinturones. Una camisa de lino hasta las rodillas sobre la que se ponía una túnica, pantalones con polainas y botas o zuecos, dependiendo de la condición social. La indumentaria femenina (nobles) llevaban sobre la túnica una especie de bata abierta por delante y recogida con una cadenita que permitía caminar. Si eran campesinas se vestían sólo con la túnica. Los días de frío se utiliza un chaleco de piel y un manto de lana.

En su ideología y diversiones, se incorpora la regla "ora et labora" que implica aceptar el trabajo como algo saludable y que satisface al espíritu. Aún así los nobles no son muy aficionados a la labor por lo que sus diversiones son bastante conocidas. La caza encabeza la afición nobiliaria al estar también considerada como un adiestramiento para la guerra, donde de esta manera se establece la ley del más fuerte, entre el hombre y la bestia. Entre las diversiones más sosegadas tenemos la pesca -que no requería casi actividad física por lo que no era ocio típico del guerrero- el ajedrez y los banquetes, momento en el que el noble se abandonaba a las pasiones de la comida y la bebida.

La sociedad altomedieval vivía inmersa en la violencia. Aún estaban presentes en la memoria colectiva las invasiones germánicas cuando el Islam azotó algunas zonas de Europa, especialmente la península Ibérica. Pero también podían aparecer en cualquier momento bandidos -llamados baguadas en lengua galaica- que asolaban cosechas, mataban campesinos y violaban mujeres. Si caían en manos de las tropas reales estos bandidos eran condenados a muerte o a la esclavitud pero su presencia motivaba gran angustia e inquietud en la sociedad franca de la época. Estos frecuentes ataques provocarán el encastillamiento de la población, primero en sus pequeños refugios y posteriormente en el castillo del señor feudal.

Resulta lógico pensar que en una sociedad tan violenta la venganza estaba a la orden del día. Cuando se realiza un homicidio la familia de la víctima debe vengar su muerte, ya sea en la persona del culpable o de algún miembro de su familia.

En un mundo cargado de violencia y muerte los entierros fueron muy comunes en los variados pueblos europeos. Los romanos y merovingios enterraban a sus muertos fuera de los muros de la ciudad, en diferentes tumbas que se sucedían a lo largo de las vías. Los. Los germanos desarrollaron unos particulares cementerios rurales situados en la vertiente sur de una colina y en las cercanías de una fuente, situando las tumbas en hilera. Los francos enterraban los cadáveres desnudos, rodeando la fosa con piezas de piedra como si se tratara de un sarcófago.

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